sábado, 7 de agosto de 2010

SALTA













Depositaré las alas en una esquina.

Aún no había aprendido a volar y ya quería saltar desde el precipicio más alto. Me precipité y solo ahora me doy cuenta.
Se quedarán ahí y quizá dentro de algunos años sea el momento de volver a cogerlas.

Pero eso no quiere decir que no deba ir ensayando, que no deba ir aprendiendo poco a poco a volar. Emperazaré con saltos pequeños, estiraré mis brazos para medir la distancia que hay desde la punta de mis dedos hasta las estrellas, intentaré hablar con la luna, aunque sea a gritros y aunque haya días que no esté de humor ni siquiera para decirle "hola".

Porque por mucho que quiera y por mucho que duela, ellas seguirán ahí día tras día y yo no tendré dieciocho años eternamente.

Estiraré mis brazos, me agarraré de la mano que esté a mi lado y saltaré... Sé que quizá muchas veces necesite otro tipo de mano, pero la que esté será la que tenga que estar y ese otro tipo llegará cuando tenga que llegar.
Es imposible predecir cuando podré echar de menos, es imposible predecir cuando echaré de más. Es inútil intentarlo. Pero lo que si que puedo afirmar con certeza es que habrá momentos para todo y que no podré evitarlo. Quizá llore cuando deba reir o quizá ria cuando deba llorar. Pero así es la vida, para eso está hecha.

Un vagabundo en la casa real, una princesa en un burdel, un avión en el mar o un barco en cielo, ¿quién sabe hasta donde se puede llegar?
Me propondré el reto de atravesar el mar en bicicleta y respirar bajo el agua. Me propondré ver la vida de otra manera, más fácil, más clara, sin que me duela.

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